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Un día cualquiera

 Hoy me levanté con dolor de cabeza. Me picaba la garganta. Me soné la nariz y tenía muchos mocos. Desayuné 9 galletas María y dos tostadas, una con miel y otra con mermelada. Después me di una ducha. Saqué a Gina, nuestra perra, y me fui a acompañar a mis hijos en su competición de esgrima. Ah, me tomé un Ibuprofeno para tirar pa lante. Y me volví a sonar los mocos. Miguel y Adriana lo hicieron muy bien, compitieron lo mejor que pudieron y se divirtieron. Eso es fundamental porque si se divierten seguirán haciendo deporte.

Después de comer me eché la siesta. Fueron más de 2 horas de siesta. Creo que mi organismo estaba luchando contra algún virus. Cuando me levanté estaba un poco mejor que por la mañana. Me tomé un café con leche, nueve galletas María y una tostada con mantequilla y miel. Saqué a Gina. Llegaba la hora de entrenar. Todavía me dolía un poco la cabeza. Me soné los mocos dos veces más. Pasé por el baño. Me vestí para entrenar y salí a por ello. El plan era cuatro series de 10 minutos a ritmo umbral con descansos de un minuto. No pude hacerlo. Hice dos series de 10 minutos y una de 5. Y vuelta a casa. Cenar y escribiros esto con una aspirina en el cuerpo.

La pasada semana, en el Derbi de las Aficiones, logré mi mejor marca en 10K hasta la fecha: 49:21. Alguno de vosotros me ha preguntado si puse en práctica la coz, las técnicas de respiración de las que os he hablado, la pisada de medio pie etc etc. Yo seguí a un señor que iba con su hijo al ritmo que me convenía, por primera vez usé una liebre improvisada, le seguí hasta el km 6 y después le adelanté para lograr el tiempo que quería. 

Corrí en automático, sin pensar. Y salió bien.

Yo no soy un influencer, no sonrío mientras corro. A mi me cuesta ganar segundos al crono. Y así os lo cuento. Así es un día en mi vida. Como la de cualquier otra persona.

Salud y kilómetros!

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