Hace mucho tiempo, cuando éramos niños, veíamos los partidos de Butragueño o de Biriukov y soñábamos con jugar como ellos. Meter ese gol imposible o anotar ese triple decisivo en el último segundo. El lunes llegábamos al cole y tratábamos de imitar a nuestros ídolos en el patio del recreo. Después de clase incluso nos quedábamos una hora más para jugar al fútbol o al baloncesto. La ilusión de ganar y competir estaba siempre presente. Los años pasaron y nunca perdonaré que en la Facultad no hubiese una cancha de baloncesto cerca para poder echar unas canastas. La costumbre de hacer deporte se fue perdiendo y los partidos espaciándose en el tiempo hasta hacerse casi inexistentes. Pero en esto que, pasados los treinta, llegó el running. Al principio como una manera de mantenerse en forma. Pero a medida que pasaron los años el running, con sus entrenamientos y sus carreras populares, ha hecho que miles de personas recuperemos ese espíritu deportivo...