El principio suele ser con camiseta de algodón de alguna promoción que te han regalado en un bar. No aguantas ni 500 metros sin asfixiarte. Pero corres para adelgazar, que los 40 y los bares te han dejado un tipito curvilíneo, por la redondez de tu barriga, claro. Vas con el móvil en un brazalete, y con los cables de los auriculares molestándote mientras braceas. ¿La pisada? Ni puta idea, pues será de talón. ¿Hacer series? Sí, el fin de semana con la parienta. Tu objetivo es llegar a 3 km sin morir en el intento. Cuando lo consigues lo subes a Facebook, pedazo de marca, 3 km en 21 minutos. Qué orgullo, soy un runner, qué maravilla, estoy hecho un chaval. Esos son los principios, cuando apuntarte a una carrera lo ves como algo muy lejano. Llegará el día en que te conviertas en un yonki del running pero tú aún ni lo intuyes. Tú eres feliz con tu música alegre, nada de ritmos cañeros para acelerar las piernas,disfrutas del paisaje y de hacer deporte al aire libre. Cuando llegas a casa te tomas una cerveza para recuperar electrolitos. Qué bien te sientan los 40. Estás hecho un chaval.
Hubo noches en las que escuchabas a Kurt Cobain mientras bebias cerveza y fumabas un cigarrillo tras otro. Al grito de "¡Nirvaaanaaaa!" entrabas en un trance hipnótico del que era imposible salir. Eran las noches en las que creías morir, pero no lo hiciste, porque eras joven e inmortal. Ese sentimiento ya pasó. Treinta años más tarde, cuando tú corazón se pone a 180 pulsaciones por minuto en los metros finales de una carrera, la sensación de morir un poco, lentamente y de resurgir al cruzar el arco de meta, es muy parecida. Enganchados al Rock. Al Rock de la Media Maratón de este pasado domingo 27 de Abril. Después de más de dos años conseguí bajar de las 2 horas en los 21K, logrando mi tercer mejor tiempo en la distancia. Y lo celebré, claro que lo celebré, con dos tercios de Mahou en buena compañía. Porque, como dijo Jimbo, "el futuro es incierto y el final siempre anda cerca".
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